Contextualización de la Literatura étnica en Colombia
Contextualizar la literatura en Colombia, ha sido una tarea de académicos interesados en armar ese entramado de culturas que definen la nación. A eso se le suma — por ser una sociedad anquilosada en formalismos y prejuicios raciales, religioso y económicos — condiciones particulares que describen al poeta y a su poesía como un vínculo indestructible.
En ese sentido, es posible concebir a la poesía como una herramienta confiable para la historia y la antropología, para la psicología, la política y otras ciencias por la relación intrínseca entre el autor y las causas que lo llevan a escribir. Por lo anterior, la poesía es una puerta abierta para entrar al corazón y a los pensamientos de una comunidad y de una generación en la voz de quien con su palabra representa la totalidad de sus creencias, sentimientos, vicisitudes y esperanzas.
Los grupos humanos que existen en Colombia tienen versiones distintas sobre aquello que nos unifica como connacionales así estemos arropados por una misma bandera, particularizándose la manera como la cultura se vive y se afrontan las dificultades. El aporte de la literatura resulta crucial para la protección de la identidad mediante un lenguaje apegado a las tradiciones ancestrales que hoy continúan estimulando en sus integrantes a celebrar sus particularidades mediante la palabra, mediante la copla, el cuento, la canción y el baile.
Para la academia quien fue el primero en enfrentar la técnica del castellano con la vivencia de los antiguos esclavizados — aunque esa no era su intención —fue el poeta Candelario Obeso, gran poeta que le dio un valor artístico a la entonación de los bogas del río de la Magdalena en sus poemas, consideradas hoy día como prueba de que la poesía en su aspecto más ordinario, permite la aparición de lo extraordinarios para que un pueblo defina su identidad.
Hablar de literatura étnica en Colombia, es hacer relevante la diversidad que nos define como un país triétnico, cuya capacidad de escribir y de crear mundos posibles enriquece la creatividad que otras culturas no tienen, sin embargo, esta particular riqueza tardó mucho en ser respetada por la gran academia por estropear, según ellos, el concepto de belleza europea, que ante el espíritu afro caía a pedazos ante la sinfonía de los poetas cubanos y puertorriqueños, pioneros en hacer uso de la verbalización de los antiguos esclavizados como una expresión de belleza ajena a la celebrada por la gran literatura hispana.
Con los indígenas ocurrió algo similar, pues muchos textos indígenas tardaron siglos en ser aceptados como “Acerbo probatorio” de la no brutalidad de los pueblos invadidos. Libros como el Popol Vuh, de la literatura mesoamericana y el Chilambalam, son prueba de que la literatura es una expresión étnica universal que no puede dejar de dialogar con la otredad así no comparta conceptos implantados a fuerza como verdades incuestionables: cristianismo, democracia, filosofía, capitalismo, entre otros.
Que en estos tiempos la literatura indígena y la afro sean concebidas como marginales, confirma el rechazo de la academia a toda expresión ajena a los estándares de lo que han llamado “buena literatura”, debate que no cabe en las dinámicas artísticas por ser expresiones que trascienden lo bello asumido como prejuicio. No obstante, la discriminación entre una poesía con la otra, lleva algo positivo en sí, siempre y cuando los calificativos no obedezcan a competencias de índole racial y académico por el absurdo que ello conlleva, pues no podemos de hablar de una poesía mejor que otra, sino de una poesía particular que se proyecta en el tiempo como hermana de la otra por compartir una madre similar: la inspiración y la creatividad humana.
Una literatura vista desde lo étnico, no es un acto de discriminación en el sentido más básico de la palabra, sino una particularidad valorada por las distancias entre varias etnias ante la naturaleza que la rodea.
Fernando Maclanil
Escritor y poeta Colombiano